Sagada es un pequeño pueblo al norte de Manila, en Filipinas, y se caracterizan por tener un ritual funerario único en el mundo: entierran a sus difuntos en ataúdes que luego cuelgan de la pared de un precipicio.
Los ataúdes son construidos por los propios futuros difuntos cuando son ancianos. Pero si están demasiado débiles o enfermos, los construirán sus hijos o su familiar más cercano.
Cuando la persona fallece, sus familiares son los encargados de colocar el cuerpo dentro del ataúd artesanal. En esta tarea, a menudo quiebran huesos del difunto al forzarlo a entrar en esos pequeños espacios.
Seguidamente el ataúd es colgado y depositado en la pared de roca, donde reposará con sus antecesores. Los habitantes de Sagada prefieren que sus ataúdes sean depositados en la pared que bajo tierra, y así lo llevan haciendo durante más de 2000 años.
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